lunes, 11 de agosto de 2014

MEDIOS DE COMUNICACIÓN; PROPAGANDA, CINE, RADIO Y PRENSA (ADOLF HITLER)



El teatro, el arte, la literatura, el cine, la prensa, los anuncios, los escaparates, deben ser empleados para limpiar la Nación de la podredumbre existente y ponerse al servicio de la moral y de la cultura.

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Nada me había hecho reflexionar tanto en tan poco tiempo como el criterio que paulatinamente fue incrementándose en mí acerca de la forma como actuaban los judíos en determinado género de actividades.


¿Es que había un solo caso de escandalo o de infamia, especialmente en lo relacionado con la vida cultural, donde no estuviese implicado por lo menos un judío?


Quien, cautelosamente, abriese el tumor, habría de encontrar algún judío. Esto es tan fatal como la existencia de gusanos en los cuerpos putrefactos.



Otro grave cargo pesó sobre el judaísmo ante mis ojos cuando me di cuenta de sus manejos en la prensa, el arte, la literatura y el teatro.



Las palabras llenas de unción y los juramentos dejaron de ser entonces útiles; era nulo su efecto. Bastaba ya observar las carteleras de espectáculos, examinar los nombres de los autores de esas pavorosas producciones del cine y el teatro sobre las que los carteles hacían propaganda y en las que se reconocía rápidamente el dedo del judío. Era la peste, una peste moral, peor que la devastadora epidemia de 1348, conocida por el nombre de "Muerte Negra". Esa plaga estaba siendo inoculada en la Nación.



Cuanto más bajo el nivel intelectual y moral de esos industriales del arte, tanto más ilimitada es su actuación, lanzando, como lo haría una maquina, sus inmundicias al rostro de la Humanidad. Reflexiónese también sobre el número incontable de personas contagiadas por este proceso. Piénsese que, por un genio como Goethe, la Naturaleza echa al mundo decenas de millares de tales escritorzuelos que, portadores de bacilos de la peor especie, envenenan las almas.

Es horrible constatar - y esta observación no debe ser despreciada - que es justamente el judío el que parece haber sido elegido por la Naturaleza para esa ignominiosa labor.


¿Se debe indagar el motivo de que esa elección haya recaído en los judíos?

Comencé́ por estudiar detenidamente los nombres de los autores de inmundas producciones en el campo de la actividad artística en general. El resultado de ello fue una creciente animadversión de mi parte hacia los judíos. Por más que eso contrariase mis sentimientos, era arrastrado por la razón a sacar mis conclusiones de los que observaba.


Era innegable el hecho de que las nueve decimas partes de la literatura sórdida, de la trivialidad en el arte y el disparate en el teatro, gravitaban en el "debe" de unos seres que apenas sí constituían una centésima parte de la población total del país.



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La burguesía ve tranquilamente cómo en el teatro y en el cine, y mediante la literatura obscena y la prensa inmunda, se echa sobre el pueblo día a día el veneno a borbotones. Y sin embargo se sorprenden esas gentes burguesas de la "falta de moral" y de la "indiferencia nacional" de la gran masa del pueblo, como si de esas manifestaciones asquerosas, de esos filmes canallescos y de tantos otros productos semejantes, surgiese para el ciudadano el concepto de la grandeza patria. Todo esto sin considerar la educación ya recibida por el individuo en su primera juventud. Pude entonces comprender bien la siguiente verdad, en la que nunca antes había pensado:

El problema de la "nacionalización" de un pueblo consiste, en primer término, en crear sanas condiciones sociales como base de la educación individual; porque solo aquel que haya aprendido en el hogar y en la escuela a apreciar la grandeza cultural y, ante todo, la grandeza política de su propia Patria, podrá́ sentir y sentirá́ el íntimo orgullo de ser súbdito de esa Nación. Sólo se puede luchar por aquello que se ama. Y se ama sólo lo que se respeta, pudiéndose respetar únicamente aquello que se conoce. 


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Paralelamente al proceso de la educación del cuerpo, debe iniciarse la lucha contra el emponzoñamiento del alma. El conjunto de nuestra vida de relación semeja en la actualidad un vivero de ideas y de estimulantes sexuales. Basta analizar el contenido de los programas de nuestros cines, variedades y teatros, para llegar a la irrefutable conclusión de que todo esto no es precisamente el alimento espiritual que conviene a la juventud. Casas y quioscos de propaganda se juntan para atraer la atención publica hacia los más bajos expedientes. Cualquiera que no haya perdido la capacidad de penetrar el alma de los jóvenes, comprenderá́ que esa educación sólo puede acarrear graves perjuicios para la juventud.


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