martes, 28 de abril de 2015

REFLEXIONES SOBRE LA ORDEN - JULIÁN RAMÍREZ




Un tema que creemos es materia fundamental y debe ser objeto de reflexión y preocupación, es el de la formación de una Orden que haya asumido plenamente la Tradición y que mediante la acción, actúe sobre el mundo  junto con todas las fuerzas que sostienen el espíritu tradicional contra el mundo moderno.
     Una Orden es todo lo contrario de un partido político y de cualquier otro tipo de sociedad o agrupamiento. A la Orden no se accede llenando fichas de afiliación: la Orden no es un club ni ninguna sociedad que ofrezca ventajas materiales o negocios. Lo que ofrece la Orden es un puesto de combate en la primera línea de fuego. Si se ofrecen negocios vendrán los fenicios, pero si se ofrece heroísmo vendrán los héroes.
    La Orden es pues una sociedad de varones destinada a ser la columna vertebral de un Estado Tradicional y a dar el tono al conjunto, de ahí deriva la importancia decisiva de su formación.
     Y ahora pasemos a considerar una cuestión por la cual, sin la misma, no se concibe a una persona como miembro de la Orden.
     Dice Julius Evola en su opúsculo  “Orientaciones” publicado en 1950: “Un factor religioso es necesario como fondo para una verdadera concepción heroica de la vida, lo que debe ser esencial para nuestra lucha: Es necesario sentir en nosotros mismos la evidencia de que más allá de esta vida terrestre existe una vida más alta, ya que solamente quien siente de este modo posee una fuerza irrompible e indoblegable, solo él será capaz de un lanzamiento absoluto…”
    Claro, simple y sencillo, como toda gran verdad, sin necesidad de elucubraciones intelectualoides a las que son tan afectos legiones de comemierdas contemporáneos.
    Y aquí cabe una advertencia para evitar confusiones.  Cuando se habla del factor religioso debe quedar totalmente excluido todo clericalismo consistente en  la subordinación de la Orden a cualquier casta sacerdotal, total o parcialmente.  Ello sería fatal, máxime teniendo en cuenta lo que son hoy en dia las jerarquías de las distintas religiones que se arrastran por el mundo moderno y que concilian con él.
     También deben ser objeto de rechazo aquellos que  son de misa diaria y de estricta observancia, pero que, una vez transpuesta la puerta del templo, se comportan como buenos burgueses. En nuestro país hubo gobernantes de esa calaña y que nombraban como ministros de economía a representantes de las finanzas mundiales y de la usura, con una concepción del mundo y de la vida totalmente materialista y economicista. Les cabe el dicho evangélico de “sepulcros blanqueados”, blancos por afuera y llenos de podredumbre por adentro.
    La hipocresía reina en el mundo moderno. La Orden necesita de varones que den la cara, que digan lo que piensan y vayan de frente.

La Orden es una élite, pero no una élite cualquiera, no es un grupo que persigue objetivos limitados al beneficio personal de sus miembros, ni a la defensa de intereses materiales, ni privilegios de ningún tipo. La Orden está al servicio de la Idea superior de la Tradición.
    La Orden es aristocrática y como es una palabra que ha sido devaluada por la confusión semántica de nuestros días y en forma intencional tanto por el liberalismo como por el marxismo, cabe hacer las debidas aclaraciones. Conforme a su origen etimológico, aristocracia significa el gobierno de los mejores por su nivel espiritual, su heroicidad y por su capacidad de sacrificio activo.  Fue una forma  de gobierno de todas las sociedades tradicionales, y está magistralmente desarrollada por Platón en “Politeia” (lo que en nuestro idioma se llama “ República”, término tan manoseado en nuestros días por liberales. progresistas y marxistas). La ignorancia y mala fe de toda esta gente pretende asimilarla a  “oligarquía” que es todo lo contrario.  “Oligarquía” es el gobierno de unos pocos fundado en la posesión de bienes materiales, en el dinero y en la defensa de privilegios, y siendo precisamente la “sacrosanta” democracia la que abre camino a la oligarquía, tal como lo vemos en el orden mundial que se trata de imponer.  Aristocracia es todo lo contrario, es situarse por sobre la falsa opción de “pueblo” versus “oligarquía”, disyuntiva a la que son afectos cuanto demagogo y politiquero anda suelto. En nombre del pueblo, que es sujeto pasivo e incapaz de autogobernarse, gobiernan verdaderamente las oligarquías, que de tanto en tanto, y ante el descrédito de los politiqueros, dan un “golpecito”, y vuelta a empezar.
    Nótese que en todos los golpes militares habidos  en nuestro desgraciado continente siempre se prometió restaurar la democracia, y se cumplió, tal como lo demuestra la historia.
     Estamos verdaderamente en un círculo vicioso y si bien ahora no hay golpes militares, se logra el mismo efecto con elecciones y con el descomunal manejo de los medios de comunicación, ayudado todo ello por la corrupción que parece haberse instalado a sus anchas, no solamente en los gobiernos, sino también en el pueblo. La putrefacción comenzó por la cabeza y ahora invade todo el cuerpo social.
    No se trata entonces de reiterar siempre lo mismo, y en todos los casos respetando el poder mundial de la usura y las finanzas. En nuestro país, la Argentina, por ejemplo, la renta financiera no paga ningún impuesto, que por otra parte sí se  gravan a los consumos más elementales y necesarios, como ser los alimentos.
    Una Orden aristocrática, guerrera y heroica se impone como una necesidad, y a esta altura por razones de supervivencia   de la humanidad.
     Ortega y Gasset, criticando el dicho de que la política es el arte de lo posible, decía con razón. que “ la política es el arte de hacer posible lo necesario”.

 

JULIÁN  RAMÍREZ.

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